lunes, febrero 13, 2017

Puntos brillantes sobre un enorme telón negro


Una pareja de jóvenes muy enamorados contemplaba la noche y sus estrellas.

-¡Te amo tanto, pero tanto, que bajaría una estrella solo para vos!- dijo el muchacho enamorado mientras trataba de alcanzar una estrella con la mano.

-¿Para qué quiero yo una estrella? No son pequeños puntos brillantes sobre un enorme telón negro, ¡son gigantescas bolas de fuego! ¿Cómo metería eso en mi casa, estas loco? Mejor cómprame un diamante – dijo la chica.


 El muchacho, que escondía en su mano, detrás de su espalda, un pequeño punto brillante, lo guardó en su bolsillo para devolverlo luego al enorme telón negro del que lo había sacado.



NDA: Cuento sacado del cuaderno que escribí cuando tenia 12 años.

Discúlpeme, señor profesor

Discúlpeme, señor profesor

Si olvidé decirle buen día
Si olvidé hacer la tarea
Si olvidé leer su texto
Si llegué tarde
Si interrumpí su clase
Si me distraje
Si pregunté lo que usted no sabía responder
Si le demostré que estaba equivocado
Si protesté por mi nota
Si traté de enseñarle
Si traté de aprender
Si dije NO
Si pensé
Si cree que es algo personal
Discúlpeme, señor, si resulta que aquí

El profesor soy yo


La niña del paraguas

Julio Cortazar definiendo lo fantastico

¿Cómo definir lo fantastico?

JC: - No lo sé todavía. ¿Ustedes lo saben? Me gustaría que alguien me lo explicara.

Ya no sé quién dijo, una vez, hablando de la posible definición de la poesía, que la poesía es eso que se queda afuera cuando hemos terminado de definir la poesía, creo que esa misma definición podría aplicarse a lo fantástico, de modo que, en vez de buscar una definición preceptiva de lo que es lo fantástico, en la literatura o fuera de ella, yo pienso que es mejor que cada uno de ustedes, como lo hago yo mismo, consulte su propio mundo interior, sus propias vivencias y se plantee personalmente el problema de esas situaciones, de esas irrupciones, de esas llamadas coincidencias en que de golpe, nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad, tiene la impresión de que las leyes, a que obedecemos habitualmente, no se cumplen del todo o se están cumpliendo de una manera parcial, o están dando su lugar a una excepción.

El colegio de las reses

En el colegio de reses todos los días comienzan igual. En las mañanas oscuras de invierno, cuando ni siquiera los pájaros cantan, el estridente sonido de la campana interrumpe el silencio. 
Dentro, las reses dormidas avanzan arrastrando los pies. Marchan hacia el ritual matutino, ese en el que suenan en un equipo viejo ocho compases distorsionados de una canción patria cuya letra ya nadie recuerda.
Nadie quiere ir expuesto en el frente de la fila. Todos quieren esconderse, difuminarse en la multitud, quedarse al final para entrar primero al aula y conseguir el mejor banco. Al fondo, otra vez.
Mientras tanto, al frente, la directora parece odiar esta descoordinación. Nadie la escucha porque a nadie le importa. Lo único que se distingue en su discurso es la frase “pueden entrar a las aulas” como un látigo en las espaldas de los cientos que se apresuran por entrar al corral. Avanza el ganado. Los alumnos se amuchan, congestionando los pasillos. El vocerío adolecente se aúna en un mugido somnoliento.
En el aula, comienza la batalla por los bancos. Por ese que tiene todas las patas del mismo largo, por ese que tiene la silla de la altura adecuada, por ese que todavía tiene la chapa abajo para poder poner la carpeta. Chillidos de metal rasgando las ennegrecidas baldosas blancas invaden el colegio. Los cuerpos de los estudiantes caen sobre las sillas como árboles talados. La preceptora pide silencio a gritos. El bullicio se calla pero reprende de a poco mientras la lista va llegando a su fin.
El profesor entra al aula. Hace vagos intentos de despertar apáticos cerebros que continúan mirando sus bolsillos, contando los segundos.

“Se nota que no estudiaron ¿A dónde quieren llegar si siguen así?  Hay que dejar de ser tan vagos”. “Si, si, si”, mugen los alumnos y la sinfonía animal se eleva en el pesado aire caliente hasta que la campana de salida les devuelve su humanidad.

La niña del paraguas

Comentario de la autora: Esta es la mejor forma que encontré, cuando aun iba al colegio,  para desahogar toda esa angustia que me causaba la represión creativa que llamaban "educación".